Christopher CloudS AMIGUET
“VIVIR CONSISTE EN EXPLORAR, APRENDER Y
SEGUIR APRENDIENDO”
Christopher Clouder, fundador del Consejo Europeo de Educación Steiner
Waldorf
Tengo 73 años. Soy británico, vivo en Sussex. Casado, tengo dos hijos y dos
nietos. Estoy licenciado en Pedagogía y Literatura Inglesa. Soy progresista,
estoy muy preocupado por el medio ambiente y por la manera en que educamos a
los niños. Me inspira la antroposofía, que es una manera de entender el mundo
La alegría de aprender
Tiene voz y voto en la formulación de nuevas políticas educativas en
Europa. Representa a 710 escuelas Steiner Waldorf en 27 países. Es el director
fundador de la Plataforma Botín para la innovación educativa: ha publicado
cuatro informes que analizan la educación social y emocional en 21 países. Pero
sobre todo sigue siendo el maestro que a todos nos hubiera gustado tener. Ha
dado una conferencia en la casa Rudolf Steiner para celebrar el centenario de
la pedagogía Waldorf. Me escribe en la pizarra un poema de T.S. Eliot: “No
deberíamos cesar de explorar, y al final de nuestra exploración llegaremos
donde empezamos y conoceremos el sitio por primera vez”. “En el momento en que
conozco algo nuevo –me aclara– ya no soy la misma persona, esa es la alegría de
aprender”.
¿Cómo deberíamos educar a los niños?
Con respeto. Los niños necesitan una educación experiencial y con un
sentimiento de alegría.
Ha dedicado su vida a la educación y a la investigación educativa.
Si quiere una conclusión, sería que vivir consiste en explorar y seguir
aprendiendo y transformándose. Y el arte, en un sentido amplio, y la
creatividad son esenciales para ello.
¿Por qué?
Se ha demostrado en todos los estudios de los últimos veinte años que los
niños con una educación artística rica obtienen mejores resultados académicos,
mayores actitudes prosociales, mejor salud mental, menor propensión al consumo
de drogas y al abandono escolar, y son más felices.
¿En qué nos equivocamos?
En nuestra obsesión por medir. Nos sentimos inseguros y queremos medirlo
todo, les examinamos, les hacemos tests, y nos olvidamos de lo realmente
relevante.
¿Qué es lo relevante?
Experimentar la capacidad de crear y de desarrollar relaciones sanas con
nosotros mismos, entre nosotros y con el entorno.
¿Menos competencia y más cooperación?
Sí, porque somos seres sociales, aprendemos de los demás y nos
desarrollamos en interdependencia, que es una habilidad que se aprende.
Ha realizado cuatro informes que analizan la educación emocional en 21
países.
Es muy extraño que haya tantos sistemas educativos que sólo ponen el
énfasis en el intelecto, porque las emociones son los motivadores fundamentales
de nuestra vida, ¿por qué excluirlas del sistema educativo?
¿...?
Hemos visto que las escuelas que tienen en cuenta la vida emocional de los
niños y los educadores tienen más éxito. Los niños no viven las materias como
algo abstracto sino como parte de sí mismos, por eso las artes son clave, eso
les permite crecer hacia dentro y hacia fuera, les da confianza y una
imaginación más amplia.
Dice que hay que introducir el amor en el aprendizaje.
Sí, el amor por la vida, por la naturaleza, que son impulsos esenciales. El
interés en los demás y en lo que te rodea te ayuda a formar tus fundamentos
morales.
Los niños son curiosos por naturaleza.
Se trata de motivar ese interés y no en dar respuestas, que cambian con el
tiempo. Son las habilidades sociales, el ayudarnos los unos a los otros en el
aula, la familia, las que nos dan el valor de encontrar nuevas respuestas.
Las escuelas Waldorf cumplen cien años; ¿cómo han evolucionado?
Las instituciones tienden a amarrarse al pasado, pero el mundo cambia a
nuestro alrededor. Hay que encontrar el equilibrio entre mantener unos
principios y adaptarse.
La pubertad se ha adelantado dos años y medio en el último siglo, ¿eso
debería implicar un cambio en la educación?
Es una situación compleja porque el cuerpo y la capacidad emocional no van
al mismo ritmo, y esto hace que sea más difícil ser un adolescente. Y están
bajo mucha presión, demasiada exigencia, inputs tecnológicos y consumistas. Lo
que enseñamos en la escuela debería ser un apoyo a su desarrollo y no una
adquisición de datos.
¿Cómo se hace eso?
Las asignaturas son un medio para el desarrollo y no un objetivo en sí
mismas. Lo que importa es la experiencia, y cada edad requiere asignaturas
diferentes. Debemos enseñarles a aprender.
El gusto por aprender.
Ayudarles a convertirse en la persona desconocida que vive dentro de ellos,
y no en lo que nosotros queremos que sean. Pero con buenas bases: enseñarles
que compartimos este planeta y que cada solución debe incluir a todo el mundo.
Debemos mantener el diálogo.
Estamos viendo reacciones violentas de los jóvenes en todo el mundo.
Nadie les ha enseñado a ser ellos mismos, y cuando se sienten frustrados
reaccionan con violencia en masa. Las tasas tan altas de desempleo son una
pérdida de propósito, un crimen: “Te has preparado, pero no te necesitamos”.
Así están las cosas.
Lo que se evidencia es que tienen pocos recursos personales. Todo el
sistema educativo, y más el universitario, está basado en la competitividad,
que es un principio del pasado. Hoy sabemos que las sociedades más igualitarias
benefician incluso a los más ricos en términos de bienestar y felicidad.
En el 2007 me dijo que hay mucho tiempo para ser adulto y poco para ser
niño.
La presión está aumentando. Es un mito pensar que cuanto antes aprendan a
leer, escribir y manejarse con los ordenadores mejor será su futuro. Esa
presión crea desórdenes importantes y no les hace mejores: lo dicen las
estadísticas.
Veinte años como profesor de secundaria.
Según mi experiencia hay que confiar en que el niño va a adquirir los
conocimientos a su ritmo. Si no hay alegría y confianza en el aprendizaje se
siembra abandono. Aprender es siempre empezar de nuevo y no cesar de empezar de
nuevo, y esta es la alegría de aprender que debemos mantener viva en nuestros
niños y jóvenes.