Malala y Satyarthi, premio Nobel de la Paz 2014
El Nobel encumbra la escolarización como motor del desarrollo pacífico
El galardón reconoce su lucha a
favor de la educación infantil
-El País 10 0ctubre 2014
La activista paquistaní Malala Yousafzai y el indio
Kailash Satyarthi / Foto: AFP | Vídeo: Reuters
La paquistaní Malala Yousafzai , la
joven a la que los talibanes dispararon a la cabeza en 2012 por defender la
escolarización de las mujeres, y el activista indio Kailash Satyarthi han sido
galardonados este viernes con el Nobel de la Paz 2014 "por su lucha contra
la opresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de todos los niños a la
educación", según ha anunciado el Comité Nobel Noruego.
"Los niños deben ir a la escuela y no ser
explotados financieramente", ha defendido
el Comité Nobel, subrayando que "en los países pobres, el 60% de la
población actual tiene menos de 25 años". Según ha explicado al realizar
el anuncio el presidente del Comité Nobel Noruego, Thorbjon Jagland, se ha
considerado "un punto importante que un hindú y una musulmana, un indio y
una paquistaní, se unan en la lucha común por la educación y contra el extremismo". Tras resaltar que gracias a la lucha también de otras personas e
instituciones - hay 78 millones menos de niños que trabajan en el mundo que en
el año 2000, aunque todavía hay 168 millones - el Comité Nobel Noruego ha
incidido en que "la lucha contra la opresión y por los derechos de los
niños y adolescentes contribuye a la realización de la 'fraternidad entre
naciones' que Alfred Nobel menciona en su testamento como uno de los criterios
para el Nobel de la Paz".
En el caso de
Satyarthi, ha resaltado que "mostrando gran valor personal" y
siguiendo la tradición de Gandhi, "ha liderado varias formas de protesta y
manifestación, todas pacíficas, centrándose en la grave explotación de los niños para
obtener beneficios financieros". Asimismo, "ha contribuido
al desarrollo de importantes convenciones internacionales sobre los derechos de
los niños". Kailash Satyarthi, ingeniero informático indio que hace 28
años abandonó el ordenador para denunciar a las multinacionales que en su país
explotan a niños de entre 5 y 12 años de edad, encabeza la organización Global March, que ha liberado de la esclavitud empresarial a unos
80.000 niños en más de 160 países.
En cuanto a Malala, "pese a su juventud", lleva años luchando
"por el derecho de las niñas a la educación y ha mostrado con su ejemplo
que los niños y los jóvenes también pueden contribuir a mejorar sus propias
situaciones". Además, ha resaltado el Comité Nobel, "lo ha
hecho bajo las más peligrosas circunstancias". "Mediante su lucha heroica se ha convertido en
una destacada portavoz de los derechos de las niñas a la educación", ha añadido.
Malala, que acaba de cumplir 17 años, alcanzó
notoriedad cuando el Ejército paquistaní echó a los talibanes del valle del
Swat en 2009. Se
supo entonces que ella era la autora de un diario en el que contaba cómo era la
vida bajo el control de los extremistas y que se difundía en la web de la BBC
en urdu. Bajo el seudónimo de Gul Makai y desde los 11 años, Malala había
relatado con gran candor cómo iban aumentando las restricciones hasta que
finalmente cerraron todas las escuelas de niñas.
“Los talibanes han emitido una fetua que prohíbe ir a
la escuela a todas las niñas”, escribió en una de las entradas. “[Hoy] sólo
asistieron a clase 11 de las 27 alumnas. (…) Mis tres amigas se han ido a
Peshawar, Lahore y Rawalpindi con sus familias después del edicto”. La angustia
que viven las pequeñas se cuela cuando relata que una compañera le ha
preguntado: “Por el amor de Dios, dime la verdad, ¿van a atacar nuestra escuela
los talibanes?”.
No era un miedo irracional. Un informe publicado por
el Ejército en aquellas fechas aseguraba que los talibanes habían decapitado a
13 niñas, destruido 170 escuelas y colocado bombas en otras cinco. Cuando los
militares pusieron fin a la tiranía de los talibanes en Swat, Malala utilizó su
repentina fama para promover el derecho a la educación, con especial énfasis en
las chicas. Su activismo, dando conferencias en escuelas de todo el país, fue
reconocido por el Gobierno, pero no cayó bien entre los extremistas que, tras
haberla amenazado en varias ocasiones,el 9 de octubre de 2012 intentaron asesinarla.
Ni siquiera esa experiencia traumática ha apartado a
Malala de su objetivo. Una vez recuperada en el Reino Unido, donde fue acogida
con su familia, ha seguido promoviendo el derecho a la educación de las niñas.
Justo ahora acaba de sacar una versión infantil de su libroYo soy Malala (Alianza Editorial, 2013). Su actitud le ha granjeado
el aplauso internacional. El año pasado recibió el premio Sajarov de la Unión
Europea y ya estuvo nominada para el Nobel de la Paz; también fue invitada a
hablar ante la Asamblea General de la ONU, que declaró el día de su cumpleaños,
el 12 de junio, Día de Malala.
Sin embargo, no son sólo los talibanes, con su
estrechez de miras y su temor a que la educación aleje a la gente de sus
postulados, a quienes molesta Malala. Las escuelas privadas de Pakistán
prohibieron su libro. Los responsables arguyeron que no es bastante respetuosa
con el islam porque cuando menciona el nombre del profeta Mahoma no añade de
seguido la expresión “que la paz sea con él”, como es habitual entre los
musulmanes piadosos. Un mero pretexto que esconde desde el temor a represalias
de los extremistas hasta meros celos, pasando por la ausencia de verdadera
voluntad política para cambiar un país atenazado por la pobreza y la
degeneración social.