"Hablar siempre una sola lengua es un atraso evolutivo"
Edición impresa La Contra | 24/10/2013 ( fragmento de la entrevista)
Tengo 76 años y soy calculador con los que me quedan: ¡quiero explicar muchas vidas aún! Nací en Boston: mis padres debieron haberme enseñado su lengua, el yiddish. Cada día ando una hora para avistar aves y leo italiano, alemán y malayo para protegerme contra el alzheimer. Siete mil mundos El monolingüismo es una regresión evolutiva tan tentadora y perjudicial para quienes caen en ella como la dieta hipercalórica. Para mantener en forma el cerebro, oblíguenlo a esforzarse con los idiomas y ríanse de los vagos que sólo hablan el materno y les corrigen con suficiencia. Es la primera lección que Jared Diamond ha aprendido de las sociedades tradicionales. Las liberamos de las guerras tribales y hoy podemos aprender juntos... si nos damos prisa, porque sólo quedan siete mil culturas y lenguas ancestrales, siete mil formas de sobrevivir en este planeta, y están desapareciendo cada día, porque es más fácil exprimirnos si todos comemos, bebemos y vivimos lo mismo.
Aquí hablan todos dos
idiomas?
Pues tienen suerte, porque cambiar de lengua frecuentemente mejora la función
ejecutiva de su cerebro y protege contra el alzheimer.
Me lo dijeron aquí Chomsky (7/VI/1991) y el neurólogo catalán Fuster
(4/I/2007), quien descubrió esa función ejecutiva.
Digamos que la función ejecutiva nos ayuda a tomar decisiones. Y los políglotas
la ejercitamos continuamente al elegir entre palabras y estructuras de dos o
más lenguas.
¿Y si hablamos dos lenguas a los bebés?
Si usted tiene la suerte de tener una lengua materna diferente de la de su
pareja, hablen a sus hijos desde bebés cada uno en la suya. Los niños bilingües
saben adaptarse mejor a los cambios en las reglas de cualquier código y, por
tanto, a las de la vida.
La pereza y la negación de la diversidad se disfraza de muchas formas: a veces
de patriotismo; y otras de ese cosmopolitismo extraviado que preconiza la
desgracia que sería para la humanidad reducir la riquísima diversidad evolutiva
de siete mil lenguas humanas a una sola
universal.
Porque nuestro cerebro ha evolucionado para hablar muchas y, si no se ejercita,
decae. Hablar nada más una no es natural. Piense que sólo en Nueva Guinea se
habla más de un millar de lenguas de sesenta familias tan diversas entre sí
como el chino y el vasco.
Pero cambiar de lengua cansa.
Y al evitarnos ese esfuerzo políglota y reducirnos al monolingüismo nos pasa
como a las sociedades tradicionales cuando se civilizan y evitan el ejercicio y
adoptan nuestros hábitos de azúcar, grasa y pereza, y por eso enferman de
nuestra obesidad y diabetes.
A transportar a los bebés de forma que siempre tengan el mismo campo visual que
el adulto, porque así mejoran su desarrollo cognitivo. Y educarlos en familia
extensa, porque el trato frecuente con diferentes adultos aumenta su
inteligencia emocional.
Y permitan a los niños que arriesguen, se equivoquen y asuman las
consecuencias. En esas sociedades les dejaban aprender de sus propios errores.
Nosotros los sobreprotegemos. Por eso, hoy sus cuerpos se estiran, pero sus
mentes maduran mucho más tarde.