UNA SIMPLE PETICIÓN
Mi petición es simple, casi de perogrullo, y se formula de manera muy escueta:
por favor, enseñen a nuestros chicos a hablar y a escribir.
Maria Dueñas. La Vanguardia. Magazine 4-11-2012
Veinte años lidiando en las aulas me respaldan para poder justificar con criterio lo que pido. He sido profesora universitaria y, en paralelo, he realizado enseñanza de adultos y formación de profesores. He trabajado en el sistema español y en el norteamericano, he participado en proyectos educativos europeos y en programas de investigación e innovación docente. Soy además hija de maestra, mujer de catedrático y madre de estudiantes en dos niveles educativos distintos. Y cuando suplico que se esfuercen en potenciar las habilidades de expresión oral y escrita entre los alumnos, créanme que sé de lo que estoy hablando.
La capacidad de expresión es fundamental para ordenar el pensamiento,
representar e interpretar la realidad, transmitir conocimientos, expresar
vivencias, opiniones y emociones, estimular la reflexión crítica y justificar acciones, planteamientos y
decisiones. Se trata de habilidades fundamentales para el desarrollo intelectual, contribuyen a
desarrollar satisfactoriamente un buen número de funciones sociales, abren
puertas al éxito profesional y ayudan a mantener, en definitiva, bien amueblada
la cabeza.
Al igual que se hace en otros países que nos sacan tres pueblos en materia
educativa, deberían ser desarrolladas de manera transversal por todos los
estudiantes a lo largo de los cursos y las asignaturas, independientemente de
sus intereses o sus trayectorias curriculares y sin ser consideradas
erróneamente como patrimonio de los alumnos de letras o de los aspirantes a
convertirse en comunicadores profesionales en alguna televisión.
Padres, profesores, evaluadores externos…
Todos somos conscientes de las graves carencias en materia de manejo
lingüístico que muestran nuestros jóvenes, y no sólo en lo que respecta a
faltas de ortografía o dificultades para realizar complejos análisis
morfosintácticos: me refiero a la incapacidad de muchos de ellos para acometer
tareas tan simples como ordenar armónicamente una secuencia de cuatro o cinco
ideas o establecer relaciones lógicas de causa y efecto, de secuencia temporal,
de contraste o de argumentación lógica. Para componer, en definitiva, un simple
texto utilizando frases bien estructuradas y convenientemente engarzadas,
mostrando una estructura coherente distribuida en párrafos cohesionados y
haciendo uso de unas herramientas retóricas elementales.
Es fácil echar la culpa de este panorama tan desolador a la
perversa influencia de las nuevas tecnologías, a la mediocridad intelectual del
ocio audiovisual, a la influencia del mal uso del lenguaje por parte de
políticos y medios de comunicación, al apresuramiento y las limitaciones que
estipulan las redes sociales o a la malévola Logse.